Archives

  • 2018-07
  • 2018-10
  • 2018-11
  • 2019-04
  • 2019-05
  • 2019-06
  • 2019-07
  • 2019-08
  • 2019-09
  • 2019-10
  • 2019-11
  • 2019-12
  • 2020-01
  • 2020-02
  • 2020-03
  • 2020-04
  • 2020-05
  • 2020-06
  • 2020-07
  • 2020-08
  • 2020-09
  • 2020-10
  • 2020-11
  • 2020-12
  • 2021-01
  • 2021-02
  • 2021-03
  • 2021-04
  • 2021-05
  • 2021-06
  • 2021-07
  • 2021-08
  • 2021-09
  • 2021-10
  • 2021-11
  • 2021-12
  • 2022-01
  • 2022-02
  • 2022-03
  • 2022-04
  • 2022-05
  • 2022-06
  • 2022-07
  • 2022-08
  • 2022-09
  • 2022-10
  • 2022-11
  • 2022-12
  • 2023-01
  • 2023-02
  • 2023-03
  • 2023-04
  • 2023-05
  • 2023-06
  • 2023-07
  • 2023-08
  • 2023-09
  • 2023-10
  • 2023-11
  • 2023-12
  • 2024-01
  • 2024-02
  • 2024-03
  • 2024-04
  • px12 Recapitulemos Fraser reconoce que hay dos tipos de enfo

    2018-11-01

    Recapitulemos: Fraser reconoce que hay dos tipos de enfoque estratégico y político que deben ser considerados para dimensionalizar px12 la justicia en términos de inclusión y exclusión política. Una de ellas, la segunda, elabora lo que la autora ha denominado como el marco distorsionado (misframing) y es poswestfaliano porque alude a la capacidad de los sujetos excluidos para cuestionar a las instituciones de gobernanza que trascienden los límites de la soberanía estatal. La cuestión de la dimensión normativa de la categoría de esfera pública mundial aparece cuando este tipo de exclusión se vincula ahora con la teoría de la justicia que Fraser ha incluido a su tercer nivel, el de la representación política. Y si el enmarque político que llama afirmativo (affirmative politics of framing) se habilitó para cuestionar los límites que establece el concepto westfaliano del Estado-nación, ahora desarrolla un segundo nivel, el cual denomina enfoque transformativo. Para ciertos sujetos que se ven excluidos de derechos por políticas que ya no son solo configuradas desde el Estado-nación se trata de lidiar con instituciones y reglas internacionales que son las que posibilitan las prácticas de injusticia a las que son sometidos los grupos excluidos por estas estructuras de gobernanza. Un enfoque transformativo serviría para luchar contra las formas en las que ciertas instituciones construyen reglas y procedimientos sin que haya antes un cuestionamiento de a quiénes afecta. La parte empírica de esta teoría sobre la esfera pública mundial está también incluida en esta versión, pues Fraser recoge las experiencias de los movimientos recientes como el feminismo internacionalista y el ecologismo, los cuales han sido claves para alumbrar esta tercera dimensión de la justicia que capta el concepto de Fraser de mala representación y que busca democratizar las instituciones globales y poder participar en el desarrollo de reglas y procedimientos. La autora argumenta que estos grupos tienen reclamos de justicia que pertenecen a un primer nivel político de mala representación, pero también acceden a una metanivel en el que se cuestionan las formas no democráticas de los marcos legales, las cuales se constituyen en organizaciones mundiales que determinan reglas y de las que son excluidos los sujetos afectados por esas mismas reglas. Por lo tanto, ya no solo se trata de quiénes son excluidos, sino también de cómo son excluidos. La tarea de democratizar dichas instituciones y la forma en la que se construyen las reglas y decisiones elevaría también el nivel de la crítica hasta un metanivel político: el cuestionamiento acerca de la justicia debe abocarse a analizar cómo “los procesos democráticos de determinación deben aplicarse no solo al qué de la justicia, sino al quién y al cómo. En tal caso, al adoptar un enfoque democrático hacia el cómo, la teoría de la justicia asume una forma apropiada en el mundo global” porque abre el espacio normativo de lo público y lo común. “Dialógica a cada paso, de la metapolítica a la política, [y] se convierte [ahora] en una teoría poswestfaliana de justicia democrática” (Fraser 2009: 207). Esta forma es la única que puede constituir el sedimento normativo de la categoría de espacio público mundial. Dejando atrás las teorías monológicas, construidas por autores que toman su objeto de estudio sin vincularlo con los actuales movimientos sociales, que son los que en realidad establecen los criterios de cómo debe funcionar la democracia, la teoría de Fraser reconoce es dialógica, pues para ella son los sujetos excluidos quienes han comenzado a cuestionar las estructuras institucionales y las formas de representación política en todos los niveles. Con ello, la autora establece una coimplicación entre la democratización de las estructuras e instituciones y las demandas de justicia que las cuestionan en tanto políticas excluyentes. Por un lado, el principio regulativo de Fraser —la paridad participativa— se convierte ahora en un principio sustantivo de la justicia desde el cual se pueden evaluar todos los arreglos sociales existentes. Por otro lado, dicho principio también es procedimental, porque permite evaluar la legitimidad de las normas democráticas. En virtud de ambas cualidades —lo sustantivo y lo procedimental— existe una correlación de la justicia con el principio de paridad de participación y su inherente reflexividad. Esta última se hace patente cuando se puede trasladar el análisis crítico desde los órdenes de organización del primer nivel (las estructuras democráticas concebidas en principio por los Estados-nación) hasta los niveles metapolíticos en donde es posible cuestionar las reglas mismas por su carácter excluyente y antidemocrático. Y por ello, el resultado de la actividad crítica de los movimientos sociales enviste de normatividad al espacio empírico que ya es utilizado por los nuevos movimientos sociales. La visibilidad adquirida por dichos movimientos sociales transforma el debate y vincula a cell wall estos ciudadanos bajo una causa común: politizar el debate de la inclusión y democratizar a las instituciones que ejercen la gobernanza mundial. La preocupación de Fraser acerca de la ausencia de un demos hace causa ahora cuando emerge con los nuevos movimientos de los indignados y sus redes de comunicación global. Al mismo tiempo, la publicidad se convierte ahora en parte de un nuevo debate político, pues lo que está en juego es el cuestionamiento sobre cómo ciertos Estados controlan la información o invaden la privacidad de la ciudadanía, o cómo los medios de comunicación funcionan más como las corporaciones privadas, en consonancia con las instituciones de gobernanza, y por ello han perdido su legitimidad como agentes críticos. En su lugar han aparecido nuevas tecnologías, medios ciudadanos o grupos no gubernamentales (Wikileaks, por ejemplo) que delatan las prácticas de los Estados depredadores o controladores de la gobernanza mundial. Estos temas de lo que debe hacerse público o no, han comenzado ahora a convertirse en producto de discusiones públicas a nivel mundial. Ni siquiera el tema de la lengua común, que tanto preocupaba a Fraser, es un obstáculo irremediable. Los nuevos movimientos sociales se organizan y funcionan con mucha más plasticidad y capacidad lingüística de la que suponía ella. Existe un mínimo vocabulario tomado del inglés común (ordinary language) que se ha traducido a varias lenguas a través de anglicismos gracias a los usos masivos de internet y del acceso a las computadoras. El éxito de herramientas como YouTube han permitido reproducir y compartir en todo el mundo imágenes que ahora son utilizadas por los ciudadanos para criticar, cuestionar a los políticos, las empresas, los Estados y sus representantes. A su vez, el tema de la representación política se ha convertido en tema de interés común, y ello ha provocado la aparición de múltiples narrativas y películas que ahora fomentan la crítica y discusión sobre de las crisis mundiales del capitalismo, los problemas relacionales entre la ecología y el capital, o la violencia de género producto por las políticas internacionales. Con la creación de un nuevo imaginario social en donde estas narrativas han comenzado a aparecer y a cuestionar dichas instituciones de gobernanza mundial se puede relacionar el marco teórico que Fraser desarrolla con su teoría crítica de la justicia. Con esta teoría es posible hallar una respuesta no funcional y política al tema de la representación política y la lucha que debe establecerse para democratizar las instituciones mundiales y habilitar la agencia de un nuevo tipo de ciudadano poswestfaliano. Esta es una perspectiva distinta de aquella que Young y Valdivieso pretendían establecer con el concepto de responsabilidad