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  • En ausencia de un mecanismo para reciclar

    2018-11-09

    En ausencia de un mecanismo para reciclar los excedentes de los países excedentarios (Alemania, rsk inhibitor Países Bajos, la parte flamenca de Bélgica, Austria y los países escandinavos) hacia los países debilitados por sus déficit (Italia, Grecia, España y Portugal), los países deficitarios no podían mantener una tasa de cambio fija con los otros, particularmente en tiempos de crisis. Para mantenerse en el seno de la serpiente monetaria europea, un país con déficit comercial debía atraer en todo momento capitales extranjeros para financiar sus importaciones netas. Ahora bien, lo que atrae capitales extranjeros, son las tasas de interés elevadas y lo que les hace huir es el riesgo de las dificultades del Estado para pagar sus facturas o reembolsar rsk inhibitor sus acreedores. Dicho de otra manera, para permanecer en la serpiente, el país deficitario debía simultáneamente aumentar el costo del crédito y disminuir su gasto público. Pero el dinero caro reduce las inversiones de las empresas del país deficitario, lo que tendrá como efecto deprimir el empleo y los ingresos privados. Si además, el Estado reduce el gasto público para tranquilizar a los inversionistas extranjeros, es el gasto total (privado más público) el que va a disminuir.
    Este sistema que entró en aplicación en 1979 fue conjuntamente propuesto a los países europeos por el canciller Helmut Schmidt y el presidente Giscard d’Estaing. Entre los países de la cee solo Gran Bretaña e Italia rechazaron adherir plenamente. El sme retoma el principio de la “serpiente” pero con modificaciones significativas y mecanismos específicos. El sme es un sistema de tipos de cambios fijos pero ajustables (como Bretton Woods). Las monedas que participan están obligadas a respetar bandas predefinidas de fluctuación alrededor de paridades centrales. Estas pueden ser ocasionalmente modificadas, pero solo con el acuerdo del conjunto de los países participantes. La creación del sme resulta de una voluntad política. Francia aceptaba (a pesar del paréntesis 1981-1983) de plegarse a las concepciones alemanas en materia de política económica y luego entonces de incorporar el franco francés a una zona marco. Alemania occidental, por su parte, y a pesar de las reticencias de su banco central se resignaba a la cooperación. Los dos países renunciaban, de una cierta manera, a la autonomía de su política monetaria interior, Francia sometiéndola al “leadership” alemán y Alemania aceptando que su política monetaria interna se ajuste, hasta cierto punto, a las restricciones exigidas por el sistema. El sme no funcionó como un auténtico régimen de cambios fijos perfectamente simétrico donde todas las monedas participaban bajo un pie de igualdad. La principal fuente de simetría en un régimen de cambios fijos es bien conocida: se trata del grado de libertad de que gozan los países participantes, considerados en conjunto, en materia de política monetaria. En efecto, en virtud del “triángulo de la incompatibilidad”, cuando los capitales son suficientemente móviles, la rigidez cambiaria prohíbe tener una política monetaria autónoma. En el caso del sme, los objetivos escogidos fueron la estabilidad de cambios y la movilidad de capitales (apertura financiera) y el objetivo sacrificado fue la autonomía de la política monetaria. Por un lado, desde sus inicios el sme puso el acento en la lucha contra la inflación. Tras los dos choques petroleros, los países europeos, como la mayoría de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (ocde), conocieron fuertes aumentos de precios. La Bundesbank siendo la banca central que registraba los mejores resultados entre las bancas comunitarias en materia de inflación, parecía coherente que las políticas monetarias de los otros Estados participando en el sme se calcaran sobre la suya. Fue así que el gobierno francés hacia todo lo que podía para demostrar a exine la Bundesbank sus capacidades para introducir la austeridad: utilizaba todos los mecanismos a su alcance para hacer que su inflación cayera por debajo de la alemana, alineaba sus tasas de interés con las de Fráncfort y trataban de mostrar que el franco era igual al marco (los responsables franceses se expresaban como si la unión monetaria entre Francia y Alemania fuera ya efectiva en todos sus puntos con la única diferencia de que los billetes franceses y alemanes tenían imágenes diferentes). Por otro lado, cuando una moneda alcanza su curso piso, las reglas del sme obligaban a los dos bancos centrales involucrados a intervenir. Pero existía un sesgo favorable a la moneda fuerte. El país que la emitía veía, en efecto, sus reservas cambiarias aumentar como resultado de sus intervenciones, lo que resultaba más fácil de asumir que la disminución de sus reservas para el país de moneda débil. Además, este último debía, en caso de haberse endeudado para defender su moneda, reembolsar en divisas, lo que le hacía soportar un riesgo cambiario, ejerciendo una presión suplementaria. En estas condiciones, fue la moneda tendencialmente más fuerte, emitida por el banco central con la mayor aversión por la inflación, la que poco a poco se volvió “el ancla” del sme. Esto permitió a varios países lograr una notable desinflación en los años ochenta. Este resultado, aunado a una disminución progresiva del número de reajustes cambiarios condujo a considerar el sme como un éxito al menos durante su primera década de existencia.