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    2018-11-13


    Los rescates En abril de 2010 el nuevo gobierno se vio impelido PND-1186 reconocer que la situación era insostenible: Eurostat anunció que el déficit griego el año anterior había alcanzado 13.6% del producto y que la deuda, cifrada en 273 000 millones, significaba 115% del pib y estimaba que para el año que corría (2010) sería de 120%. En esas condiciones, y ante la actitud de eso que se llama “mercado”, el gobierno griego no encontró otro remedio que solicitar el auxilio de sus socios europeos. En ese momento se dijo que los requerimientos urgentes griegos eran del orden de 45 000 millones de euros, de los que los primeros 10 000 millones debían llegar en mayo de ese año. El fmi se haría cargo de 15 000 millones a una tasa de interés de 3.75% y lo demás, hasta llegar a 110 mil millones, correría por cuenta de los miembros de la ue (Alemania y Francia encabezaban la lista) a un interés de 5%. Alemania condicionó la operación a un compromiso de parte del gobierno griego para ejercer una severa política económica de austeridad. Nos estamos refiriendo al primer rescate a la maltrecha economía griega. No está de más agregar que el rescate se hizo efectivo cuando en mayo de ese año el ECOFIN aprobó la creación del Mecanismo Europeo de Estabilización destinado a movilizar hasta 750 000 millones de euros para, según el consejo, defender la Unión Monetaria y las economías de la eurozona, toda vez que no solo Grecia requería de ayuda (España y Portugal, por mencionar a los más connotados, también hicieron uso de estos fondos).
    Alemania condicionó la operación a un compromiso de parte del gobierno griego para ejercer una severa política económica de austeridad No fue suficiente. En julio de 2011 la economía griega no había reaccionado favorablemente y, tal como lo habían “organizado” en mayo de 2010 los capitanes financieros reunidos en la Tercera Avenida de Nueva York, el euro estaba siendo objeto de ataques especulativos en los mercados internacionales. En esa ocasión el rescate ascendió a fauna 109 000 millones de euros, de los que un tercio provendría del fmi, alrededor de 50 000 millones de la propia banca privada y el resto estaría a cargo de los gobiernos. En esa ocasión todos mostraron su satisfacción: la señora Merkel dijo que “Europa ha demostrado que ha estado a la altura de esos retos”; el en esa época presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rumpuy, no titubeó en afirmar “hemos encontrado una respuesta común a la crisis ante una situación que era realmente grave”, y el presidente francés, Sarkozy, advertía que “lo que hemos hecho por Grecia no lo vamos a hacer por otros países”. Por supuesto, Grecia debía portarse bien y aplicar disciplinadamente las políticas de austeridad “sugeridas” por sus socios. La respuesta europea fue estimulada por la decisión del propio Papandréu de dar marcha atrás en su proyectado y anunciado referéndum que habría de indicarle al gobierno griego lo que podía y lo que no podía aceptar. (a propósito, ¿por qué nadie hizo referencia a este antecedente en ocasión del referéndum, que sí ocurrió, de julio de 2015?). Después de este “éxito”, todos contentos y, como sucedía en la sesentera película greco-francesa de Jules Dassin Nunca en domingo, todos felices y a la playa para festejar. Pero no, no era así; no había nada que festejar. El segundo rescate también resultó insuficiente y en 2012 fue aprobado un programa para prácticamente condonar 100 000 millones de euros de la deuda griega en poder de los bancos y los fondos de inversión privados, lo que equivale a alrededor de 53% del valor nominal de los bonos gubernamentales, pero ello ocurrió después que el Parlamento Griego aprobara la formación de un comité encargado de investigar si el primer ministro Papandréu habría “inflado” las cifras de déficit con propósitos de contar con cartas para negociar.