Archives

  • 2018-07
  • 2018-10
  • 2018-11
  • 2019-04
  • 2019-05
  • 2019-06
  • 2019-07
  • 2019-08
  • 2019-09
  • 2019-10
  • 2019-11
  • 2019-12
  • 2020-01
  • 2020-02
  • 2020-03
  • 2020-04
  • 2020-05
  • 2020-06
  • 2020-07
  • 2020-08
  • 2020-09
  • 2020-10
  • 2020-11
  • 2020-12
  • 2021-01
  • 2021-02
  • 2021-03
  • 2021-04
  • 2021-05
  • 2021-06
  • 2021-07
  • 2021-08
  • 2021-09
  • 2021-10
  • 2021-11
  • 2021-12
  • 2022-01
  • 2022-02
  • 2022-03
  • 2022-04
  • 2022-05
  • 2022-06
  • 2022-07
  • 2022-08
  • 2022-09
  • 2022-10
  • 2022-11
  • 2022-12
  • 2023-01
  • 2023-02
  • 2023-03
  • 2023-04
  • 2023-05
  • 2023-06
  • 2023-07
  • 2023-08
  • 2023-09
  • 2023-10
  • 2023-11
  • 2023-12
  • 2024-01
  • 2024-02
  • 2024-03
  • Por eso subordinar a un poder externo y ajeno

    2018-10-25

    Por eso, subordinar GDC0199 un poder externo y ajeno al guardián armado del territorio propio, el ejército nacional —así sea por instrucción, conocimientos, doctrina o abastecimiento— es subordinar el poder al cual sirve ese ejército y el territorio que supone proteger.
    2. Según los equilibrios surgidos de la Segunda Guerra Mundial, la onu y su Consejo de Seguridad serían los depositarios últimos del derecho a la “violencia legítima”. Es sabido que esta ficción desterritorializada nunca funcionó de ese modo. Cada Estado nacional, grande o pequeño, reclama para sí en su territorio ese derecho sustentado en sus armas, es decir, en la posesión de los medios materiales para ejercerlo. Tal vez el documento que mejor expresó la conciencia y los sentimientos surgidos de aquella vivencia universal de destrucción y muerte, y los derechos a que esa conciencia aspiraba, haya sido la Declaración Universal de los Derechos Humanos de diciembre de 1948. Su artículo 25, por ejemplo, establece los fundamentos de lo que sería un Estado social universal: Pero la realización de este “ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse”, según dice el preámbulo del documento —ideal que en este siglo xxi tomó color de utopía—, quedaba librada a la instancia de “los Estados miembros” de la onu, es decir, al fin de cuentas a los depositarios nacionales y territoriales del ejercicio de la violencia legítima. “No nos unió el amor sino el espanto”, podría haber sido la borgiana divisa de ese acto fundador de la Organización de las Naciones Unidas.
    4. Mirando el siglo xx en perspectiva a partir de la segunda posguerra puede verse cómo en esos años fueron creciendo, en los hechos y en las normas jurídicas, el peso organizado del trabajo, los grandes sindicatos por industria, los derechos sociales y sus legislaciones protectoras, los derechos democráticos, el repliegue de las oligarquías de la tierra, un cambio de la relación entre la propiedad estatal y la privada a Kinase favor de aquélla; en suma,una reconfiguración del poder dentro de la nación y la república y en la distribución y el disfrute de los bienes terrenales (trabajo, salario, salud, educación, cultura, descanso, pensión...).
    5. Uno de los rostros más brutales de esta empresa global de recuperación del poder del dinero se había presentado desde los años 70 con las dictaduras militares de América Latina, en algunas de las cuales grandes empresas multinacionales se asociaron directamente con el poder militar para destruir a sangre y fuego las estructuras de organización obreras, ciudadanas y campesinas. En su forma más tosca y elemental, esta fue una afirmación de la necesaria territorialidad de ese poder, es decir, del ejercicio desnudo de la violencia del Estado sobre los habitantes de un territorio nacional. Las armas, abriendo paso a las nuevas tecnologías, hicieron la tarea.
    6. Desencadenó por otra parte un tumultuoso proceso de apropiación privada de los bienes comunes antes estatizados, un gigantesco despojo a cada comunidad nacional, y la constitución de las cúspides de la burocracia estatal en nueva clase dominante propietaria de vastos capitales privados incorporados ahora a las finanzas mundiales. La magnitud y el dinamismo de este proceso de apropiación por despojo, así como sus repercusiones en los equilibrios mundiales de poder entre naciones y clases, parecen estar todavía lejos de las mediciones existentes y tal vez no tengan antecedentes en la historia. Quienes aún hablan de agonía del capitalismo no saben qué están diciendo. Es el tumultuoso proceso sin fronteras de la formación de una clase trabajadora o una clase asalariada mundial, según la definición de Michel Husson y otros autores, un proceso tal vez tan prolongado como el que aparece en la obra clásica de E. P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra.